Bienvenido, invierno

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Como les contamos en nuestras redes, el solsticio de este año llegó un día antes.
¿Por qué? El 2020 es un año bisiesto.
El cambio de estación sufre algunas variaciones año a año pero siempre ocurre próximo al día 21 del trimestre que corresponda. Recordemos que la tierra no demora exactamente 365 días en dar una vuelta completa alrededor del Sol.

El Inicio del Invierno es una época asociada con la soledad, debido a las condiciones climáticas extremas de esta estación. Sin embargo, el Inicio del Invierno representa una época de renovación y renacimiento.

La palabra Solsticio viene del latín Sol (el astro) y Stitium (estático, detención). La Detención del Sol.

El solsticio de invierno es el evento astronómico en el que nuestro planeta está más lejano del Sol. Es el día mas corto del año y de mayor oscuridad ya que es el instante en que la Tierra esta más inclinada con respecto al Sol y éste está en su punto más bajo en los cielos. Como consecuencia la Tierra recibe menos luz, es la noche más larga del año.

El solsticio de invierno es considerado un renacer: es el período del año en que la naturaleza se renueva. Ha finalizado la época de cosecha, el descanso necesario de la tierra y ahora está preparada para su nuevo tiempo de fertilidad.

De la mano de la noche más larga, se han conocido múltiples historias y tradiciones asociadas a la muerte y a la resurrección en diferentes culturas y religiones.
Este momento es visualizado como el tiempo en que “El sol emprende su camino de regreso” a la Tierra. Regresa la luz y, con ella, la vida en todo su esplendor.

El momento exacto de la llegada del invierno astronómico 2020 a nuestro país fue el sábado 20 de junio a las 18.43. Tuvimos un atardecer precioso y alguna lluvias en partes del país, pero de todas formas todavía no se hizo sentir.

Los días de equinoccio (primavera y otoño), y solsticio (verano e invierno), se suelen desarrollar celebraciones populares con gran entusiasmo, con distintos rituales, para darle la bienvenida a la nueva estación del año.
Por ejemplo, en Reino Unido suele ser tradición para esta fecha presenciar el solsticio de verano en Stonehenge una construcción que se cree que fue construida precisamente para las celebraciones que tenían lugar en ese día especial. La tradición es ver la puesta y salida del Sol, exactamente donde lo vieron entre ceremonias aquellos primeros seres humanos.
Stonehenge supone uno los monumentos con una orientación astronómica más increíble. Las piedras que forman este semicírculo, de unos 5.000 años de antigüedad, están alineadas para marcar la salida y la puesta de sol durante ambos solsticios.


Dato: El primer Sol del verano del hemisferio norte, se alinea sorprendentemente bien con las piedras de cuatro metros de altura del Stonehenge.

Volviendo al hemisferio Sur, el 21 de junio se conmemora el “Día de la Confraternidad Antártica”. Se fijó esta fecha por tratarse del comienzo del invierno. No sólo allí es el día más corto del año, sino que además en el solsticio de junio los rayos del Sol rasan el suelo en un punto en el Círculo Polar Antártico (a los 66° 33’ de latitud sur), y toda la zona polar queda a oscuras. La noche dura 24 horas y se lo conoce como la «Noche Polar». Simultáneamente pero para el Círculo Polar Ártico ocurre a la inversa, el día dura 24 horas y se lo conoce como el «Sol de medianoche».

Muchas poblaciones antiguas dejaron un legado de construcciones con una orientación astronómica específica. Ya desde el Neolítico se empezó a sospechar de la importancia del Sol para la vida, tal vez incluso antes.
En el cristianismo muchas de las grandes festividades estaban directamente relacionadas con el calendario solar o lunar. La Navidad por ejemplo, es la celebración del Sol Invicto.

Para los romanos, el Sol Invicto (o Sol Invictus) era la celebración del regreso de este astro en el solsticio de invierno. Se festejaba el renacimiento del Sol no conquistado ya que representaba el triunfo de la luz sobre las tinieblas y, por tanto, el que los días comenzaran a alargarse. Con la llegada del cristianismo al Imperio Romano se adoptó la celebración de la Navidad como sustituta de la festividad pagana.

En países como Escocia se cree que los vikingos implantaron la celebración pagana del Yule, antiguos ritos de culto al Sol y al fuego.
Durante 12 días organizaban grandes banquetes, bailes y hogueras. Una de las tradiciones era quemar el tronco de Yule durante toda la noche para luego esparcir sus cenizas por los campos y atraer a las buenas cosechas.

Muchos de los templos que construyeron los Mayas, con altos conocimientos en astronomía y matemáticas, son auténticos calendarios y están orientados hacia la salida del Sol en fechas clave. Un ejemplo es la pirámide de Kukulkán, una de las siete maravillas del mundo moderno, situada en la zona arqueológica de Chichén Itzá (México).

En Japón tienen la leyenda de Amaterasu, la Diosa del sol: Según la religión sintoísta, el hermano de Amaterasu, Susanowo, mató al potro del cielo y tiró su piel a la habitación de su hermana. Fue desterrado y Amaterasu se encerró en una cueva con lo que el sol desapareció del mundo. Ante el caos que provocó, todos los dioses intentaban sacarla de la cueva, y sólo lo consiguieron cuando todos empezaron a reírse y ella se asomó por curiosidad. Al salir se vio reflejada en un espejo y quedó cautivada de su propia imagen. Los dioses cerraron la entrada de la cueva y el equilibrio se restableció.

Según la mitología griega, el invierno se produce en la tierra debido a la tristeza de Deméter, diosa de la naturaleza. Esto debido a que Hades, Dios del inframundo, raptó a su hija Perséfone. Después de hacer un trato con Zeus, Hades devuelve a Perséfone con su madre cada seis meses. La tristeza de la diosa Deméter durante la ausencia de su hija, causa las bajas temperaturas y la ausencia de vida y flora en la tierra, efectos del invierno.

¡Celebremos estar presentes un año más para el renacer del sol!

 

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